lunes, 7 de enero de 2019

Jesús fue un niño pobre y refugiado

Pauper et humilis ... Como lo reza el Himno Panis Angelicum , pobre y humilde.

Jesús, María y José: la Sagrada Familia fueron unos Refugiados

Si vemos las circunstancias no sólo literarias (como está en la Sagrada Escritura), sino también históricas, descritas en el Evangelio de Mateo, podemos afirmar sin Miramientos, que Jesús era un niño Pobre y además,  fue un refugiado.

Éste es un dato, que nos coloca en una realidad no tan diferente de la que ocurre hoy mismo,  y casi por las mismas razones, o hay guerra o hay regímenes políticos de persecución y dictadura.

Por decir un caso, sólo en Siria de los 4,8 millones de niños censados en edad escolar, 2,2 están sin acceso a la educación en ese país. Y los que salen de Siria, enfrentan un panorama peor, porque su pobreza e inestabilidad por ser desplazados y refugiados merman la posibilidad de que se escolaricen alguna vez.

Por nombrar otro caso, en el sur de Sudán,  hay más de un millón de niños y niñas que no han conocido una realidad distinta a la del desplazamiento y los campos para refugiados. 

Leemos en el Evangelio:

Después que partieron los magos, he aquí un ángel del Señor apareció en sueños a José y dijo: Levántate y toma al niño y a su madre, y huye a Egipto, y permanece allá hasta que yo te diga; porque acontecerá que Herodes buscará al niño para matarlo. Y él, despertando, tomó de noche al niño y a María , y se fue a Egipto”. Mateo 2,13-14

Sólo imaginémoslo: una mujer recién dada a luz, un bebé de sólo días de nacido, huyendo de la guardia judía que ya estaba por matar a tantos niños por las paranoias de Herodes,  y llegarse hasta un país extranjero donde en otrora había sido esclavo su pueblo.

Dejaron todo, todo, hasta lo poquito que tenían y salieron de emergencia para salvar la vida de Jesús.  Y pensaría María,  —¿volveremos algún día? 

Y el viaje, y el hambre por pasar, el cansancio por enfrentar, los peligros por delante.... Los refugiados huyen por salvar sus vidas.

Papa Francisco en 2014, afirmaba que millones de familias refugiadas viven en muchos países y vivencian dramáticas heridas que difícilmente podrán ser curadas. Y pidió a los católicos que estemos cerca de ellos compartiendo sus miedos e incertidumbres por el futuro y aliviando sus sufrimientos. Los refugiados no son Peones en el tablero de la humanidad; se trata de niños, mujeres y hombres que abandonaron sus hogares por razones límite,  y comparten el deseo legítimo de conocer, tener, pero sobre todo de ser algo más que un pobre en situación de refugio.

Pensemos que los refugiados se exponen a violencia, explotación,  marginación, discriminación, y planteamientos restrictivos de las libertades fundamentales, sumado a la pobreza extrema que enfrentan, al hambre que pasan, a las noches Frías que martirizan sus cuerpos. 

Pobre Jesús,  pobre María,  pobre José : la Sagrada Familia de Nazareth, sufrió profundamente. 

La sagrada Familia vivió la misma historia de miedo e incertidumbres que miles de refugiados experimentan en la actualidad. María y José atravesaron 140 kilómetros de Nazareth a Egipto, atravesando desiertos, llanuras, ríos, claros plagados de asesinos, secuestradores y contrabandistas, y en ningún pueblo son bienvenidos por ser extranjeros.

¿Cómo debe iluminar esta realidad tan poco discutida la vida de los cristianos?

La huida de la Sagrada Familia y ese convertirse en pobres y refugiados nos reclama a no permanecer insensibles frente a este drama que hoy enfrentan familias en Siria, en Honduras, Venezuela , y otros tantos países de nuestro planeta en la actualidad, miles de migrantes de nuestro tiempo, entre los cuales hay tantos niños que tiene derecho a la vida, a a Educación y al crecimiento al lado de toda su familia.

No dudo de cuán útil debe haber sido para María y José el Oro que les dejaron los Reyes magos, porque eso ayudaría a palear tanta necesidad en ese tiempo tan oscuro y desconocido por nosotros que significó el refugiarse en Egipto. Pero veamos que la ayuda y la asistencia a cada uno de los hermanos refugiados que recibimos en nuestras patrias, no por gusto de ellos, sino por necesidad de salvarse o buscar rumbos más alentadores para su desarrollo humano, se hace necesaria en el corazón que Dios ha tocado.

Es una obra de Misericordia acoger al peregrino, y consolarle con esperanza... La ayuda y la asistencia a ellos es pues un mandato divino. 

El Salvador que nació y se refugió al cobijo de una nación extranjera,  nos llama a acoger este mensaje de Salvación para los hombres. Los hechos desilusionan la esperanza dado que grandes masas de seres humanos, ante la amenaza de la aniquilación están obligados a huir, como la sagrada Familia lo hizo, hasta quedarse sin familia, sin hogar,  sin nada, por huir del odio y el delirio de poder de un dictador. 

La tierra y el mar beben la sangre inocente de muchos niños refugiados que han dejado la vida en los desplazamientos. La Sagrada Familia y el Divino Niño que recién ha nacido, y fue llevado a Egipto es el Real espejo de los prófugos de hoy, de los perseguidos, de los marginados,  por los Herodes de hoy. Jesús se hizo débil con los débiles (1ra Cor. 9,22) similarmente a los que están privados de sus derechos fundamentales, a los humillados, a los que tienen en peligro su existencia.

La asistencia y ayuda hacia los perseguidos y a los que huyen, se exilan, o son deportados,  independientemente de su raza, estirpe o religión,  son para Jesús,  dones más preciosos que los que recibió de los Magos de Oriente en su tiempo, tesoros más dignos que Oro, incienso y Mirra (Mt. 2,11) , un don espiritual inalienable que hará sentir bien a un ser humano, que es imagen de Dios en la tierra, porque cuando habéis hecho esto, con alguno de mis pequeños,  conmigo lo habéis hecho, dice el Señor. 

sábado, 5 de enero de 2019

Epifanía

Celebración de la Epifanía de Nuestro Señor Jesucristo 

Epifanía 2019

Epifanía, también Theophania, Denha (fiesta siriaca del sol naciente), Pequeña Navidad o día de los 3 Reyes Magos, es una fiesta cristiana que celebra la revelación de Dios encarnado como Jesucristo. En el cristianismo occidental, la fiesta conmemora principalmente (pero no únicamente) la visita de los Magos al Niño Jesús, y así la manifestación física de Jesús a los gentiles. Por otra parte, la fiesta de la Epifanía, en algunas denominaciones cristianas occidentales, también inicia el tiempo litúrgico de Epiphanytide. Los cristianos orientales, por otro lado, conmemoran el bautismo de Jesús en el río Jordán, visto como su manifestación ante el mundo como el Hijo de Dios. Qasr el Yahud en Cisjordania, y Al-Maghtas en Jordania en la orilla este, se considera el sitio original del bautismo de Jesús y el ministerio de Juan el Bautista.


La fecha tradicional para esta fiesta es el 6 de enero. Sin embargo, desde 1970, la celebración se lleva a cabo en algunos países el domingo después del 1 de enero. Las iglesias orientales que siguen el calendario juliano observan la fiesta en lo que para la mayoría de los países es el 19 de enero, porque de la diferencia de 13 días entre ese calendario y el calendario gregoriano de uso general se saca ese resultado. 

En muchas iglesias cristianas occidentales, la víspera de la fiesta se celebra como duodécima noche. El lunes posterior a la Epifanía se conoce como el lunes del arado. 

Las costumbres populares de la Epifanía incluyen el canto de la Epifanía, tocar la puerta, tener la casa bendecida, consumir el Pastel de los Tres Reyes Magos, nadar durante el invierno y asistir a los servicios religiosos. Es habitual que los cristianos en muchas localidades quiten sus adornos navideños en la Epifanía de Eva (Duodécima noche), aunque los de otros países cristianos, históricamente los eliminan en Candelaria (2 de febrero), la conclusión de la Epifanítida. 

De acuerdo con la primera tradición, aquellos que no recuerdan quitar sus adornos navideños en la Epifanía Eva deben dejarlos intactos hasta la Candelaria, la segunda oportunidad para eliminarlos; el incumplimiento de esta costumbre se considera poco propicio.


Etimología y uso de la palabra original.

La palabra Epifanía es del griego Koiné: ἐπιφάνεια, epifanía, que significa manifestación o apariencia. Se deriva del verbo φαίνειν, phainein, que significa "aparecer". En el griego clásico se usaba de la aparición al alba, de un enemigo en guerra, pero especialmente de una manifestación de una deidad a un adorador (una teofanía). En la Septuaginta, la palabra se usa de una manifestación del Dios de Israel (2 Macabeos 15,27). En el Nuevo Testamento, la palabra se usa en 2 Timoteo 1,10 para referirse al nacimiento de Cristo o a su aparición después de su resurrección, y cinco veces para referirse a su Segunda Venida. 

Entre los nombres alternativos para la fiesta en griego se incluyen τα Θεοφάνια, ta Theopháneia "Theophany" (un plural neutro en lugar de singular femenino), η Ημέρα των Φώτων, i Iméra ton Fóton (pronunciación griega moderna) , "El día de las luces", y τα Φώτα, ta Fóta, "Las luces".


Historia de la Fiesta de la Epifanía.

La Epifanía puede haberse originado en la mitad oriental de habla griega del Imperio Romano como una fiesta para honrar el bautismo de Jesús. Alrededor del año 200, Clemente de Alejandría escribió: "Pero los seguidores de Basílides también celebran el día de su Bautismo, pasando la noche anterior en las lecturas. Y dicen que fue el 15 del mes Tybi de los 15 años de Tiberio César. Y algunos dicen que fue observado el día 11 del mismo mes". Las fechas egipcias dadas, corresponden al 6 y 10 de enero. Las basílides fueron una secta gnóstica.

La referencia a "lecturas" sugiere que las Basílides estaban leyendo los Evangelios. En los manuscritos antiguos del evangelio, el texto está dispuesto para indicar pasajes para lecturas litúrgicas. Si una congregación comenzó a leer el Evangelio de San Marcos a principios de año, podría llegar a la historia del Bautismo el 6 de enero, explicando así la fecha de la fiesta. Si los cristianos leen a Marcos en el mismo formato que hicieron las Basílides, los dos grupos podrían haber llegado a la fecha del 6 de enero de forma independiente.

La referencia más temprana a Epifanía como una fiesta cristiana fue en el año 361 d. C., por Ammianus Marcellinus. El día festivo aparece dos veces, lo que sugiere una doble fiesta de bautismo y nacimiento. El bautismo de Jesús se asignó originalmente a la misma fecha del nacimiento porque Lucas 3,23 se interpretó erróneamente en el sentido de que Jesús tenía exactamente 30 años cuando se bautizó.


Epifanio de Salamina dice que el 6 de enero es el "Cumpleaños de Cristo", es decir, su Epifanía (hemera genethlion toutestin epiphanion). También afirma que el Milagro en Caná ocurrió el mismo día calendario. Epifanio asigna el bautismo al 6 de noviembre.

El alcance de la Epifanía se expandió para incluir la conmemoración de su nacimiento; la visita de los magos, todos los eventos de la infancia de Jesús, hasta inclusive, el Bautismo de Juan el Bautista; e incluso el milagro en la boda de Caná en Galilea.

En el occidente de habla latina, las vacaciones enfatizaron la visita de los magos. Los magos representaban a los pueblos no judíos del mundo, por lo que esto se consideró una "revelación para los gentiles". En este evento, los escritores cristianos también infirieron una revelación a los Hijos de Israel. San Juan Crisóstomo, identificó el significado de la reunión entre los magos y la corte de Herodes: "La estrella se les había ocultado para que, al encontrarse a sí mismos sin su guía, no tuvieran otra alternativa que consultar a los judíos. De esta manera, el nacimiento de Jesús se daría a conocer a todos ".

En 385, la peregrina Egeria (también conocida como Silvia) describió una celebración en Jerusalén y Belén, que llamó "Epifanía" que conmemoraba la Natividad. Incluso en esta fecha temprana, había una octava asociada con la fiesta.

En un sermón pronunciado el 25 de diciembre de 380, San Gregorio de Nacianceno se refirió al día como "la Teofanía" (ta theophania), diciendo expresamente que es un día que conmemora "la santa natividad de Cristo" y dijo a sus oyentes que ellos mismos lo conmemoraran. Pronto estaremos celebrando el bautismo de Cristo. Luego, el 6 y 7 de enero, predicó dos sermones más, donde declaró que la celebración del nacimiento de Cristo y la visitación de los Reyes Magos ya había tenido lugar, y que ahora conmemorarían su Bautismo. En este momento, la celebración de los dos eventos comenzaba a observarse en ocasiones separadas, al menos en Capadocia.

San Juan Casiano dice que incluso en su época (principios del siglo V), los monasterios egipcios celebraron la Natividad y el Bautismo juntos el 6 de enero. La Iglesia apostólica armenia continúa celebrando el 6 de enero como la única conmemoración de la Natividad.


Pasos para realizar la Lectio Divina

Realizando la Lectio Divina.

Históricamente, la Lectio Divina ha sido una "práctica comunitaria" realizada por monjes en monasterios. Si bien puede abordarse individualmente, no debe olvidarse su elemento comunitario.

La Lectio Divina se ha comparado con "festejar con la Palabra": primero, tomar un bocado (lectio); luego masticándolo (meditatio); saborear su esencia (oratio) y, finalmente, "digerirla" y convertirla en parte del cuerpo, haciéndola parte de la vida misma (contemplatio). En las enseñanzas cristianas, esta forma de oración meditativa conduce a un mayor conocimiento de Cristo.

A diferencia de las prácticas meditativas en el cristianismo oriental, por ejemplo, el hesismo, donde la oración de Jesús se repite muchas veces, la Lectio Divina usa diferentes pasajes de las Escrituras en diferentes momentos. Aunque un pasaje puede repetirse varias veces, la Lectio Divina no es esencialmente de naturaleza repetitiva.


Pasos a seguir para realizar la Lectio Divina:

Lectio ("leer")

Éstas son las cosas que Dios nos ha revelado por su Espíritu. El Espíritu busca todas las cosas, incluso las cosas profundas de Dios. 1 Cor. 2, 9-10. 

El primer paso es la lectura de la Escritura.

Pero debe estar el practicante en un estado de Paz mental previo. Para lograr un estado mental de calma y tranquilidad, se recomienda la preparación antes de Lectio Divina. 

Una referencia bíblica a tener en cuenta para la preparación a través de la quietud, es el Salmo 46,10: "Estad quietos, y sabed que yo soy Dios". Un ejemplo sería sentarse relajado, en silencio y recitar una oración invitando al Espíritu Santo a guiar la lectura de la Escritura que debe seguir.

Como podemos ver en 1 Cor. 2, 9–10, se enfatiza el papel del Espíritu Santo al revelar la Palabra de Dios. Como en la declaración de Juan el Bautista en Juan 1,26 de que "Cristo está en medio de quienes lo buscan", el paso preparatorio debería abrir la mente para encontrar a Cristo en el pasaje que se lee. 

Después de la preparación, el primer movimiento de Lectio Divina es una lectura lenta y gradual del pasaje de las Escrituras, tal vez varias veces. La base bíblica para la lectura se remonta a Romanos 10, 8-10 y la presencia de la palabra de Dios en la "boca o corazón" del creyente.

La lectura atenta comienza el proceso mediante el cual se puede alcanzar un mayor nivel de comprensión. Desde el enfoque tradicional benedictino, el pasaje se lee lentamente cuatro veces, cada vez con un enfoque ligeramente diferente.


Meditatio ("meditar") 

Aunque Lectio Divina implica leer, es menos una práctica de leer que una de escuchar el mensaje interno de la Escritura entregado por medio del Espíritu Santo. La Lectio Divina no busca información o motivación, sino comunión con Dios. No trata las Escrituras como texto para ser estudiado, sino como la "Palabra viva".

El segundo movimiento en la Lectio Divina, por lo tanto, implica meditar y reflexionar sobre el pasaje de las Escrituras. Cuando se lee el pasaje, generalmente se aconseja no intentar asignarle un significado al principio, sino esperar a que la acción del Espíritu Santo ilumine la mente, mientras se reflexiona sobre el pasaje.

La palabra ponderar, viene del latín pondus que se relaciona con la actividad mental de pesar o considerar. Para reflexionar sobre el pasaje que se ha leído, se lo considera ligero y gentilmente desde varios ángulos. Nuevamente, el énfasis no está en el análisis del pasaje, sino en mantener la mente abierta y permitir que el Espíritu Santo inspire un significado para él. 

Los análisis teológicos generalmente se evitan en Lectio Divina, donde el enfoque está en Cristo como la clave que interpreta el pasaje y lo relaciona con la vida del practicante. Entonces, en lugar de "analizar un atributo de la lectura" de una manera analítica, el practicante de Lectio Divina "entra en Cristo total" y comparte la Totalidad de Cristo. Por lo tanto, el enfoque estará en lograr una comunión más cercana con Dios en lugar de un análisis bíblico del pasaje. 


Oratio ("rezar") 

En la tradición cristiana, la oración se entiende como un diálogo con Dios, es decir, como una conversación amorosa con Dios que nos ha invitado a un abrazo. La constitución Dei verbum, que respaldó la Lectio Divina para el público en general, así como en los entornos monásticos, citó a San Ambrosio sobre la importancia de la oración en conjunto con la lectura de las Escrituras y declaró:

Y que recuerden que la oración debe acompañar la lectura de la Sagrada Escritura, para que Dios y el hombre puedan hablar juntos; porque "le hablamos cuando oramos; lo escuchamos cuando leemos sus palabras divinas.

El Papa Benedicto XVI enfatizó la importancia de usar Lectio Divina y las oraciones en las Escrituras como una luz de guía y una fuente de dirección y declaró:

Nunca se debe olvidar que la Palabra de Dios es una lámpara para nuestros pies y una luz para nuestro camino.


Contemplatio ("contemplar")

La contemplación tiene lugar en términos de oración silenciosa que expresa amor por Dios. El Catecismo de la Iglesia Católica define la oración contemplativa como "escuchar la Palabra de Dios" en un modo atento. Afirma:

La oración contemplativa es el silencio, el "símbolo del mundo venidero" o el "amor silencioso". Las palabras en este tipo de oración no son discursos; Son como ráfagas que alimentan el fuego del amor. En este silencio, insoportable para el hombre "externo", el Padre nos habla su Palabra encarnada, quien sufrió, murió y resucitó; en este silencio el Espíritu de adopción nos permite compartir en la oración de Jesús.

El papel del Espíritu Santo en la oración contemplativa ha sido enfatizado por los escritores espirituales cristianos durante siglos. En el siglo XII, San Bernardo de Claraval, comparó el Espíritu Santo con un beso del Padre Eterno que permite al practicante de la oración contemplativa experimentar la unión con Dios. En el siglo XIV, Richard Rolle vio la contemplación como el camino que lleva al alma a unirse con Dios en el amor, y consideró al Espíritu Santo como el centro de la contemplación.

Desde una perspectiva teológica, la gracia de Dios se considera un principio, o causa, de contemplación, con sus beneficios entregados a través de los dones del Espíritu Santo.



viernes, 4 de enero de 2019

La Lectio Divina, ¿Cómo podemos definirla?

¿Qué se entiende por Lectio Divina?

Existe en el mundo católico un método para orar, contemplar e imitar focalizadamente en la vida, los valores que nos transmite la Palabra de Dios. 

Se trata de la Lectio Divina (en latín "Lectura divina") es una práctica tradicional heredada de las antiguas comunidades benedictinas, que consistía en la meditación y oración teniendo como fuente las Sagradas Escrituras, y cuyo objetivo es promover la unión con Dios y aumentar el conocimiento de la palabra de Dios. No trata a la Sagrada Escrituras como textos para estudiar, sino como la palabra viva, para experimentar.

Tradicionalmente, la Lectio Divina tiene cuatro momentos claramente separados: leer; meditar; orar; contemplar. 

Primeramente, se lee un pasaje de las Escrituras, luego se refleja su significado (se medita). Esto es seguido por la oración (que es un acto bidireccional entre el Hombre y Dios) y la contemplación en la Palabra de Dios. (Que nos debe llevar a hacer vida la palabra de Dios en uno).

No es pretensión de la Lectio Divina el hacer un análisis teológico de los pasajes bíblicos, sino ver en Cristo a la clave del significado. Por ejemplo, dada la declaración de Jesús en Jn. 14,27: "La paz os dejo; mi paz os doy", un enfoque analítico se centraría en la razón de por qué él declaró eso durante la Última Cena, su contexto bíblico, etc.

En Lectio Divina, sin embargo, el practicante "entra" y comparte la paz de Cristo en lugar de "diseccionarla". En algunas enseñanzas cristianas, ésta forma de oración meditativa, conduce a un mayor conocimiento de Cristo.

La práctica de la reflexión e interpretación de las escrituras, se remontan a Orígenes en el siglo III, después de lo cual San Ambrosio le enseñó a San Agustín de Hipona. La práctica monástica de la Lectio Divina fue establecida por primera vez en el siglo VI por Benito de Nursia y luego fue formalizada como un proceso de cuatro pasos por el monje cartujo: Guigo II durante el siglo XII. En el siglo XX, la constitución Dei verbum del Concilio Vaticano II, recomendó la Lectio Divina al público en general y su importancia fue afirmada por el Papa Benedicto XVI a principios del siglo XXI.


Historiografía de la Lectio Divina.

Antes del surgimiento de las comunidades monásticas occidentales, una contribución clave a la fundación de la Lectio Divina provino de Orígenes en el siglo III, con su visión de "La Escritura como un sacramento". En una carta a Gregorio de Neocaesarea, Orígenes escribió: "Cuando te dediques a la lectura divina ... busca el significado de las palabras divinas que está oculto para la mayoría de la gente". 

Orígenes creía que La Palabra (es decir, Logos) estaba encarnada en las Escrituras y, por lo tanto, podía tocar y enseñar a los lectores y oyentes. Orígenes enseñó que la lectura de las Escrituras podría ayudar a ir más allá de los pensamientos elementales y descubrir la sabiduría superior escondida en la "Palabra de Dios". 

En el enfoque de Orígenes, el elemento interpretativo principal de las Escrituras es Cristo. En su opinión, todos los textos bíblicos son secundarios a Cristo y son sólo: revelaciones en la medida en que se refieren a Cristo como La Palabra de Dios. Desde este punto de vista, usar a Cristo como la "clave interpretativa" devela el mensaje espiritual en los textos de las Escrituras.

El "papel primordial" de Orígenes en la interpretación de las Escrituras fue reconocido por el Papa Benedicto XVI. Los métodos de Orígenes fueron luego aprendidos por Ambrosio de Milán, quien hacia fines del siglo IV les enseñó a San Agustín, introduciéndolos así en las tradiciones monásticas de la Iglesia occidental a partir de entonces.

En el siglo IV, cuando los Padres del Desierto comenzaron a buscar a Dios en los desiertos de Palestina y Egipto, brotaron los primeros modelos de vida monástica cristiana que persistieron en la Iglesia Oriental. Éstas comunidades tempranas dieron origen a la tradición de una vida cristiana de "oración constante" en un entorno monástico.

Aunque los monjes del desierto se reunieron para escuchar las escrituras recitadas en público, y luego recitaban esas palabras en privado en sus celdas, esta no era la misma práctica que lo que más tarde se convirtió en Lectio Divina, ya que no implicaba ninguna intención meditativa.


Monasticismo de los siglos VI al XII.

San Benito.

Después de Orígenes, los Padres de la Iglesia como San Ambrosio, San Agustín y San Hilario de Poitiers utilizaron los términos Lectio Divina y Lectio Sacra para referirse a la lectura de las Escrituras.

Según Jean Leclercq, OSB, los fundadores de la tradición medieval de la Lectio Divina fueron San Benito y el Papa Gregorio I. Sin embargo, los métodos que emplearon tuvieron precedentes en el período bíblico tanto en hebreo como en griego. Un texto que combina estas tradiciones es la carta del apóstol Pablo a los Romanos 10, 8-10, donde el apóstol Pablo se refiere a la presencia de la palabra de Dios en la "boca o corazón" del creyente. Fue la recitación del texto bíblico que proporcionó el fundamento de la Lectio Divina.

Con el lema de Benito Ora et labora ("Orar y trabajar"), la vida cotidiana en un monasterio benedictino consistía de tres elementos: oración litúrgica, trabajo manual y Lectio Divina, una tranquila lectura orante de la Biblia. Esta lectura lenta y reflexiva de las Escrituras, y la consiguiente reflexión de su significado, constituía la meditación. Esta práctica espiritual se denomina "lectura divina" o "lectura espiritual", es decir, lectio divina.

Benito escribió:

La ociosidad es el enemigo del alma. Por lo tanto, los hermanos deben tener períodos específicos de trabajo manual, así como para la lectura orante [lectio divina] ".

La Regla de San Benito (capítulo # 48) estipulaba tiempos y modales específicos para la Lectio Divina. Toda la comunidad en un monasterio debía participar en las lecturas durante el domingo, excepto aquellos que tenían otras tareas que realizar.

A principios del siglo XII, San Bernardo de Clairvaux contribuyó a enfatizar la importancia de la Lectio Divina dentro de la orden cisterciense. Bernardo consideraba que la Lectio Divina y la contemplación guiadas por el Espíritu Santo eran las claves para alimentar la espiritualidad cristiana.


Formalización a finales del siglo XII.

Busca en la lectura y encontrarás en la meditación; llama en la oración y se te abrirá en la contemplación: las cuatro etapas de la Lectio Divina, tal como las enseñó Juan de la Cruz.

El paso de la lectura de la Biblia, a su meditación, a la oración, al amoroso respeto por Dios, fue descrita formalmente por Guigo II, un monje cartujo y prior de Grande Chartreuse, quien murió a fines del siglo XII. La orden cartujana sigue su propia Regla, llamada los Estatutos, en lugar de la Regla de San Benito.

El libro de Guigo II, La escalera de los monjes, se subtitula "una carta sobre la vida contemplativa" y se considera la primera descripción de la oración metódica en la tradición mística occidental. En las cuatro etapas de Guigo, primero se lee, lo que lleva a pensar (es decir, meditar) en el significado del texto; ese proceso a su vez lleva a la persona a responder en oración como la tercera etapa. La cuarta etapa es cuando la oración, a su vez, apunta al don de la quietud tranquila en la presencia de Dios, llamada contemplación.

Guigo nombró los cuatro pasos de esta "escalera" de oración con los términos latinos: lectio, meditatio, oratio y contemplatio. En el siglo XIII, la Regla Carmelita de San Alberto prescribió a los Carmelitas la oración diaria reflexionando sobre la Palabra de Dios, es decir, rumiar día y noche la Ley Divina. La Lectio Divina, junto con la celebración diaria de la liturgia, es hasta hoy el pilar de la oración en el Carmelo.

La Lectio Divina fue practicada por Santo Domingo de Guzmán, fundador de la Orden de los Dominicos. 

En el siglo XIV, Gerard de Zutphen construyó la "Escalera de Guigo" para escribir su obra principal Sobre los ascensos espirituales. Zutphen advirtió contra la meditación espontánea sin leer previamente las Escrituras, y enseñó que la lectura prepara a la mente, por lo que la meditación no caerá en el error. Del mismo modo, enseñó que la meditación prepara la mente para la contemplación.

Siglo XVI

A principios del siglo XVI, las formas de "oración metódica" habían llegado a España y San Juan de la Cruz enseñó las cuatro etapas de Guigo II a sus monjes. Durante ese siglo, los reformadores protestantes como Juan Calvino, continuaron abogando por la Lectio Divina. Una versión reformada de la Lectio Divina también fue popular entre los puritanos: Richard Baxter, un teólogo puritano, defendió la práctica.


Renacimiento de la Lectio Divina en los siglos XX y XXI

Primeramente, recordemos que fue el Papa Pablo VI, quien promulgó la constitución Dei verbum del Concilio Vaticano II.

A mediados del siglo XIX, el enfoque crítico histórico del análisis bíblico, que había comenzado más de un siglo antes y se centraba en determinar la historicidad de los episodios del Evangelio, había eliminado parte del énfasis en difundir la Lectio Divina fuera de las comunidades monásticas. Sin embargo, la primera parte del siglo XX fue testigo de un resurgimiento en la práctica, y los libros y artículos sobre Lectio Divina dirigidos al público en general comenzaron a aparecer a mitad del siglo.

En 1965, uno de los documentos principales del Concilio Vaticano II, la constitución dogmática Dei verbum ("Palabra de Dios") enfatizó el uso de la Lectio Divina. En el 40 aniversario de Dei verbum en 2005, el Papa Benedicto XVI reafirmó su importancia y declaró:

Me gustaría, en particular, recordar y recomendar la antigua tradición de la Lectio Divina: la lectura diligente de las Sagradas Escrituras acompañada de oración que produce ese diálogo íntimo en el que la persona que lee , escucha a Dios que está hablando y, al orar, le responde con confianza a la apertura del corazón [cf. Dei verbum, n. 25]. Si se promueve efectivamente, esta práctica traerá a la Iglesia, estoy convencido de ello, una nueva primavera espiritual.

En su alocucion durante el Angelus del 6 de noviembre de 2005, Benedicto XVI destacó el papel del Espíritu Santo en la Lectio Divina: En sus discursos anuales de Cuaresma a los sacerdotes de la diócesis de Roma, el Papa Benedicto, principalmente después del Sínodo de los Obispos de 2008 sobre La Biblia, enfatizó la importancia de la Lectio Divina, como en 2012, cuando usó Efesios 4, 1–16 en un discurso sobre ciertos problemas que enfrenta la Iglesia. De antemano, él y el Papa Juan Pablo II habían usado un formato de preguntas y respuestas. 

Una condición para la Lectio Divina es que la mente y el corazón sean iluminados por el Espíritu Santo, es decir, por el mismo Espíritu que inspiró las Escrituras, y que se los acerque con una actitud de "audiencia reverencial".

Desde la última parte del siglo XX, la popularidad de la Lectio Divina ha aumentado fuera de los círculos monásticos y muchos católicos laicos, y en especial en itinerarios sistemáticos de la Fe Cristiana Católica, como podría ser el Neocatecumenado, en su etapa previa a los primeros escrutinios, en donde los hermanos se reúnen para preparar la palabra y presentarla luego en la comunidad en una reunión llamada celebración de la palabra y la acompañan con cantos alusivos a las lecturas; así como algunos protestantes, la practican, a veces manteniendo un "diario de Lectio" en el que registran sus pensamientos y reflexiones después de cada sesión. 

La importancia de la Lectio Divina también se ha destacado en la Iglesia Anglicana.

jueves, 3 de enero de 2019

El Santísimo nombre de Jesús


IESOUS JEHOSHUA = YHVH Salva

san Bernardino de Siena y sus seguidores hicieron del culto al Santo Nombre de Jesús en el Siglo IV, pero no fue hasta 1530 en que el Papa Clemente VII instituyó el oficio Litúrgico de ésta devoción proveniente de la Orden Franciscana. 

Allí se recuerda el monograma Eucarístico JHS, Jesús Salvador de los Hombres. Iesu Hominum Salvatorem. 

La Compañía de Jesús fundada por Ignacio (Íñigo) de Loyola convertirían este emblema en el Logo de los Jesuítas hasta nuestros días. 

El santo nombre de Jesús es consuelo para quien lo invoca, pasando a ser entonces: el dulce nombre de Jesús,  nombre poderosos que nos protege de las acechanzas del mal, y nos recuerdan que Jesús es el Cordero de Dios que quita el Pecado del Mundo... Dichosos los llamados a participar en su comida de Salvación,  la sagrada Eucaristía. 

Ese nombre trae consigo una promesa, que podemos ver en Jn. 16,23: «lo que pidan al Padre, Él se los dará en mi nombre». 

Por eso, en la Liturgia, al hablarle a Dios padre, y pedirle humildemente,  se concluye diciendo: «Por Jesucristo,  nuestro Señor»,  y San Pablo, en la epístola a los filipenses concluye: «para que al nombre de Jesús toda rodilla se doble, en el cielo, en la tierra y en los abismos». Fil. 2,10. 

¡Qué Dulce es el nombre de Jesús! 

miércoles, 2 de enero de 2019

La experiencia de Fe

Crean que ya han recibido todo lo que estén pidiendo en Oracióny lo obtendrán. (Mc. 11,24):

Es decir, la Fe hace lo que para el hombre con su sola voluntad cree imposible. El hombre de Fe pone sus actos en el Todopoderoso Ser de Dios.

Sin embargo, no instrumentaliza ni utilitariza al Señor , sino que discierne para poner su voluntad como sufragánea de la Voluntad del Padre.

La confianza del hombre de Fe en Dios no está por eso sustentada en pruebas, sino en el confiado abandono, la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve. (Heb. 11,1). Al esforzarnos en alcanzar una meta honorable y libre de maldad, se ejerce la acción y poder de la Fe, porque pone el hombre su esperanza en algo que aunque con sus ojos no lo ve, con la intuición ya lo saborea.

La Fe sin embargo debe tener a Jesucristo como centro (Hechos 4,10-12) , identificados en su recto carácter y actuar, es decir estamos configurados con Cristo, del cual imitamos constantemente su recto pensar, proceder y amar, es decir, esforzándonos constantemente por vivir en su Voluntad.

Confiar en Jesús, en su poder, en su inteligencia, en sus actos, que aunque no entendamos que sus caminos no son los nuestros, confiamos. Hacemos válido el hecho de que el dio su vida por nosotros.